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martes, 13 de marzo de 2012

El Flautista de Hamelin






Hay una ciudad en Alemania, donde hace mucho tiempo atrás cuenta su historia que sufría una invasión de ratas.
Como todos sabemos la ratas además de traer muchas enfermedades, se reproducen muy rápido y se comen toda la comida de los humanos.
Habían intentado de todo  para acabar con las ratas pero, no había forma de deshacerse de ellas.
Esta ciudad es Hamelin, y aun existe, y la historia que se cuenta forma parte de las leyendas del lugar.

Pues bien, según se fue transmitiendo de padres a hijos y así hasta nuestros días dicen, que en aquellos tiempos, los habitantes de Hamelin estaban desesperados. No había casa que no estuviera invadida por aquel ejercito de roedores. Se comían el grano para hacer pan, se comían los pasteles, los huevos, atacaban las gallinas.
Por las noches lo aldeanos  no podían dormir por el ruido que hacían las ratas en busca de comida.
Hicieron de todo para acabar con aquella plaga, pero por mas que lo intentaron, no había forma de acabar con ella.
Un día si, y otro también, el alcalde se reunía con sus consejeros para buscar nuevas formas de deshacerse de las ratas.


Un buen día apareció un juglar vestido con ropajes de muchos colores, un gorro con una pluma de adorno y una flauta colgada de su cinturón.
Todos se quedaron asombrados, no estaban para fiestas.
Alcalde, consejeros - empezó a decir el flautista - vengo a solucionaros vuestro problema, el de las ratas.
¡cómo! - preguntaron todos -
Con mi flauta - dijo el extraño señalando el instrumento -
Los de Hamelin se quedaron atontados, no sabían si era un chiste que les estaba echando, una forma de hacerlos reír, o si les estaba tomando el pelo.
Hum - preguntó el alcalde - y podrías explicarnos cómo harías eso?
Alcalde, consejeros, pueblo de Hamelin - siguió hablando el flautista - tenéis un problema, muy grave en vuestro pueblo, habéis intentado de todo y nada ha dado resultado, yo os propongo que me deis la oportunidad de hacer desaparecer las ratas de vuestras casas, a cambio pido un pago por mis servicios, una bolsa de oro, es muy fácil, si no cumplo con mi trabajo no me pagáis, si por el contrario, limpio Hamelin de ratas con mi flauta me dais mi bolsa de oro.
El alcalde se reunió con sus concejales y muy suspicaz dijeron:
- Nos estas tomando el pelo -
- nos esta mintiendo -
- se ríe de nosotros -


Muy bien - le dijo el alcalde -, si te deshaces de las ratas te daremos una bolsa de oro.

El flautista salió del ayuntamiento y se fue a la orilla del río.
Esa noche cuando todos estaban en sus casas durmiendo, en la oscuridad de las calles de Hamelin se empezó a escuchar un sonido suave, misterioso, y un gran estruendo sacudió las casas, los habitantes se quedaron boquiabiertos, las ratas salían en tropel de los rincones, de los graneros, de las cloacas, de los callejones...
de todas partes salían cientos y cientos de ratas y corrían en una sola dirección, el centro de la plaza en donde estaba el flautista tocando aquella misteriosa música.
Las ratas estaban ensimismadas contemplando al músico que no cesaba en su melodía.
Cuando el flautista quiso empezó a andar por las calles del pueblo con la flauta interpretando aquella extraña melodía y lo mas curioso de todo es que las ratas los seguían como hipnotizadas
Todo Hamelin contemplaba aquella rara procesión por sus calles.
El flautista delante tocando y las miles de ratas detrás.



El músico cumplió su palabra, limpió Hamelin de ratas, las llevó hipnotizadas por su melodía hasta el río y allí se ahogaron, dejando al pueblo libre de su presencia.

Los habitantes de Hamelin estaban contentísimos, ¡es un prodigio!, ¡es maravilloso!, ¡increíble!, ¡fantástico!, ¡impresionante!.

Un día después de que el flautista descansara y esperando que el alcalde reuniera el dinero se acercó al ayuntamiento y poniéndose en presencia del alcalde le dijo.
- He cumplido mi trabajo, vengo a por el pago acordado -.
El alcade lo miró sorprendido. - tienes algún papel que atestigüe ese acuerdo?
El flautista se quedó mudo y lo miro serio, - he librado a tu pueblo de la plaga de ratas que os había infestado por años, vengo a que cumplas el pago prometido -.
- Señor saltimbanqui -, le dijo el alcalde - mis consejeros y yo en nombre del pueblo de Hamelin hemos acordado darte unas monedas de cobre por tu música y haber recorrido las calles del pueblo durante la noche evitando que durmiéramos placidamente, en cuanto a las ratas no se de que me estas hablando.
El flautista lo miró con mucha seriedad y le dijo:
- No necesito pago alcalde, mi música es gratuita, me gusta tocar y en ello me deleito, ya que habéis olvidado el acuerdo que teníamos tocaré nuevamente y cobraré por mi cuenta lo que el pueblo de Hamelin me debe.

Diciendo esto se fue el flautista y todos se quedaron asustados.

- Que se le prohiba la entrada al pueblo - gritó el alcalde -
- y si vuelve a traer las ratas?  - preguntó uno -
- no, que las echó al río - contestó otro.
- porqué no le pagamos - dijo un tercero
- Es un flautista, ya nos ha librado de las ratas, ¿qué puede hacer? - respondió el alcalde-  pegarnos con la flauta?
- ja ja ja ja  - rieron todos

Sentado en el río el flautista triste por el mal pago que le dieron en Hamelin contemplaba la flauta.
Dejó pasar varios días.
Una noche se acercó muy sigiloso a la plaza del pueblo y empezó a tocar su flauta, esta vez el sonido era mucho mas delicado, bonito y encantador.
La gente de Hamelin que ahora podía dormir tranquila y sin ruidos de ratas, se despertó pero no por el ruido estruendoso que habían provocado las ratas, sino por el suave sonido de sabanas corriéndose.
Esta vez los niños, sus hijos, sobrinos, nietos, de los habitantes de Hamelin salían de las camas embobados por el sonido de la flauta.
Intentaban detenerlos pero no había forma, si los acostaban se volvían a levantar, si lo agarraban con fuerza, los niños hipnotizados los arrastraban con una fuerza misteriosa.
Todos, todos los niños, salieron de sus casas,  se fueron a la plaza del pueblo, y allí el flautista con la flauta en su boca los guió a las afueras del pueblo y por el camino que llevaba a las montañas desapareció en la oscuridad con todos los niños de Hamelin.


Nunca mas supieron de ellos, y se lamentaron mucho no haberle dado su bolsa de oro al Flautista.

Como prueba de aquella afrenta en la ilgesia de Hamelin hay un vitral recordando ese acontecimiento para que nuna vulva a repetirse, las promesas hay que cumplirlas y a quien trabaja hay que pagarle por su trabajo.