Cuento popular
En un pueblo de Castilla, vivía un hombre que por fas o nefas le debía a todos; al huevero, al lechero, al molinero..... no había en la villa tendero al que no le debiera dinero.
Entre todos estaba incluido el sastre que era un rácano de primera, y al que le debía un real.
El endeudado viendo la imposibilidad de pagarle a sus paisanos decidió fingirse terriblemente enfermo y meterse en cama.
Los buenos vecinos fueron a visitarlo uno por uno y al ver su gravedad le perdonaban las deudas.
El sastre que no se creía la repentina enfermedad, no solo no le perdonó la deuda sino que le dijo a todos los presentes que quería cobrar su real y no pararía hasta tenerlo en su bolsillo.
El endeudado al escuchar que el sastre no le perdonaba y no le perdonaría el real fingió morir - a los muertos no se les puede cobrar - y haciendo un gran aspaviento fingió que se moría.
Todos lloraron la desgracia y metiendo al falso muerto en un ataúd lo llevaron a la iglesia y allí lo velaron.
Al llegar la noche todos se fueron a sus casas, menos, menos el sastre, que seguía pensando que el falso difunto estaba fingiendo y en cualquier momento saldría del ataúd y una vez descubierto le cobraría la deuda.
Ambos se quedaron solos en la iglesia, el falso muerto en el ataúd y el sastre escondido en un rincón.
No estuvieron mucho tiempo solos, pues nada mas irse los vecinos del pueblo pasaron por allí unos bandidos que entraron en la iglesia para repartir el botín.
El jefe de los ladrones que tenía los dineros robados en una gran bolsa contó a sus secuaces, uno, dos, tres.... doce en total y haciendo trece montones les dijo:
- He repartido el botín en trece montones, el que sea capaz de clavarle un puñal al difunto se llevará el montón que sobra.
Los doce delincuentes se miraron asustados, clavarle un puñal a un muerto no estaba bien y menos en una iglesia...
El sastre y el falso muerto estaban escuchando todo.
Uno de los ladrones envalentonándose dijo:
- Yo lo haré - y tomando un puñal se dirigió al ataúd.
Entonces el falso muerto muy asustado se levantó del ataúd y poniendo voz de ultratumba gritó:
- Todos los difuntos acudid a mi -.
El sastre escondido en el rincón y temblando como un flan, salió gritando de su escondite:
- Ahhhhhhhhh -.
Los ladrones espantados por el espectáculo salieron corriendo de la iglesia, y cuando por fin se pararon el jefe les dijo:
- Nos hemos dejado el botín, habrá que regresar a por el, los difuntos no necesitan dinero.
Despues de aquel susto que habían llevado a ver quien era el valiente que regresaba.
Uno de los ladrones pensándolo bien dijo:
- Iré yo a por el dinero -
Muy asustado poco a poco se acercó a la iglesia.
Mientras tanto el difunto y el sastre una vez repuestos del susto estaban repartiéndose los dineros que habían dejado los ladrones, pero el sastre recordándose de pronto del real que le debía el otro, comenzó a discutir con él.
- Dáme el real que me debes -
- Pero si ya tienes mucho -
- Sabía que estabas fingiendo, me debes un real -
- Pero mira todo lo que tienes, que mas da un real arriba o abajo -
- ¡¡¡ Quiero mi real !!!, ¡¡¡ Quiero mi real !!! -
Justo en ese momento llegó el ladrón a la iglesia y escuchando al sastre reclamando su real huyó despavorido hacia donde estaban sus compinches.
- Compañeros huyamos de aquí, los difuntos se estan repartiendo el dinero y son tantos que solo alcanzan a un real cada uno, acabo de escuchar que estaban peleando por el dinero.
Los ladrones se fueron a otra región en donde los difuntos no reclamaran el dinero.
El sastre cobró su real del falso difunto.
Y el endeudado, despues de pagarle a todos en el pueblo con el dinero de los ladrones enmendó su vida, se puso a trabajar y nunca mas volvió a pedir prestado.