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domingo, 22 de mayo de 2011

Los tres huevos

Había unos campesinos muy pobres e incultos, que con muchos sacrificios habían educado a un sobrino huerfano.
Lo querían como a un verdadero hijo y todos sus esfuerzos estaban destinados a darle educación y buenas maneras.
Tanto era el esfuerzo que haciendo muchísimos sacrificios lo enviaron a estudiar a la universidad.
El muchacho venía como es normal en las vacaciones a visitarlos y a pasar temporadas con ellos en la aldea.
Como ya estaba muy avispado por todo lo que aprendía en la escuela y en la universidad no hacía absolutamente nada de labor en la finca, ni en los corrales, así que vivía como un señorito.
La tía siempre se quejaba de lo haragán que estaba resultando el sobrino, pero el tío siempre lo justificaba.
- mujer, déjalo, viene cansado de estudiar, una persona con conocimientos no va a estar quitando los huevos de las gallinas, ni limpiando las cochineras.
La tía contestaba: 
-!pues que se le olvida lo que es¡, se está convirtiendo en un señorito, no hace nada, a saber que hace en la universidad, si estudia o no -.
- y como vamos a saber eso mujer,- qué sabemos nosotros, si ni siquiera entendemos muchas de las cosas que dice, él se ha vuelto inteligente y nosotros somos analfabetos, no sabemos ni leer ni escribir.
- hum - se enfurruñaba la tía
- a mi me huele que es un mangante y un descarado, por limpiar o hacer su cama no se le van a caer los anillos, este sobrino está siendo un desconsiderado.
Efectivamente el sobrino era un desconsiderado, pues viendo todos los esfuerzos de los tíos por hacerle estudiar y llevarlo a buenos colegios gastando lo que no tenían y sacándoselo ellos de su propia comida, el chico se hacía el remolón y no ayudaba en lo mas mínimo a sus tíos.
Tenía incluso el mal gusto de hacerles pasar malos momentos llevándoles la contraria, y presumiendo de su inteligencia y conocimientos.
Esto al tío lo ponía en un tres y dos, (que quiere decir que lo dejaba sin saber que contestar), pero la tía que ya lo tenía calado, fruncía los labios lo miraba de reojo y se daba la vuelta.
El joven que inteligente si que era, viendo que su tía no se tragaba sus cuentos, trataba de no meterse mucho con ella, pero al tío le hacía pasar muchos apuros con sus preguntas, así le decía:
- a ver tío, digame ud. ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?
El tío pensaba,
 - hombre, pues, el huevo -
- y ¿quién puso el huevo? - le decía el sobrino.
- pues, entonces, la gallina - contestaba el tío.
- y de ¿dónde salió la gallina?
El tío quedaba desconcertado (que significa sin saber que decir, ni que contestar), y el sobrino quedaba riéndose por lo bajito satisfecho de presumir de su inteligencia.
Un día sentados a la mesa sobrino y tío había un plato con dos huevos.
El sobrino que tenía mucha hambre, porque había estado todo el día con sus amigos de la aldea corriendo por los campos, bañandose en el rio, y pasándoselo bien, otra vez quiso pasarse de listo y tomando uno de los huevos en la mano le pregunto al tío:
- digame tío, ¿cuántos huevos hay en el plato?
el tío dijo: - pues uno, acabo de ver como tomaste el otro -
- efectivamente, tío ya veo que está ud. aprendiendo, ahora bien, si yo pongo este huevo que tengo en la mano y que ud me ha visto agarrar, lo coloco otra vez  en el plato ¿cuántos huevos hay ahora?
- dos - dijo el tío, sonriente.
- no tío, ¿no se da cuenta? si antes había un huevo y ahora hay dos, dos y uno tres.
El tío se quedó pasmado, ¿cómo podía haber tres huevos, si solo había dos?, pero no hallaba que contestarle a su sobrino, si antes -pensaba el tio- había un huevo y él tomó uno, uno y uno dos, ¿porqué dice que hay tres? yo solo veo dos huevos.
- Entonces,- siguió hablando el sobrino - ¿qué le parece tio, si yo me como dos huevos y ud uno? asi, dos que me como yo, y uno que se come ud. son tres, y santas pascuas.
- hombre, yo, sobrino, si tu dices que hay tres huevos, yo solo veo dos, la verdad, - el tio, inculto como era no sabía que contestarle al tragón sobrino que lo quería dejar sin cena.
La tía que estaba escuchando desde la cocina, vino toda contenta pues solo tenía dos huevos y ella había decidido comer pan solo para que tío y sobrino cenaran aunque fuera un huevo cada uno.
Se acercó a la mesa, y poniéndose en jarras dijo:
- a ver, !qué lio os traeis con los benditos huevos,¡ estoy escuchando desde la cocina y no entiendo nada -
El sobrino volvió a repetir el asunto:
- mire ud tia, yo agarro este huevo, digame, ¿cuántos huevos hay en el plato?
- uno - contestó ella.
- muy bien, si ahora yo vuelvo a poner el huevo que tenía en la mano otra vez en el plato, ¿cuántos huevos hay ahora en el plato?
- pues dos sobrino, uno y uno dos -
- no tía mire bien, uno que había antes, y dos que hay ahora son tres, ¿lo comprende?
 La tía miró el plato, cerró un ojo, pensó un buen rato y tomando un huevo ella y otro para su marido le dijo al sobrino:
- pues mira sobrino, yo estaba toda preocupada pensando que solo había dos huevos, y pensaba cenar solo pan, pero como hay tres, uno para mi, otro para tu tío y el tercero te lo comes tú.
El sobrino se quedó con la boca abierta y el estomago vació, antes de que pudiera contestar los dos huevos habían sido tragados por sus tios.
Esa noche cenó pan solo.
Al día siguiente regresó a la universidad y siguió estudiando pero aprendió una lección, presumir de sabios no siempre trae buenos resultados.

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